lunes, 10 de octubre de 2011

El viaje del Caracol, capítulo XVIII: Bon Jour París

He de confesar que durante los últimos días de recorrer las tierras bretonas la idea de visitar París en el mismo viaje se me había "atragantado" un poco, el recibimiento de la ciudad fue el esperado o tendría que decir mejor, el temido.

Imaginar que tras tantos días recorriendo pequeños rincones, lugares casi inhóspitos y salvajes acantilados todo ello a un ritmo lento, la sensación de entrar directamente en la gran urbe con un vehículo de mas de 7 metros de largo y en plena hora de acceso a las oficinas fue la de sentirnos devorados.


Una vez atravesada la ciudad de punta a punta solo quedaba encontrar el único camping a las afueras y lo suficientemente cerca para utilizarlo como punto de partida para las visitas a la ciudad, el resto de los días la AC permanecería estacionada en su parcela sin moverse y cambiaríamos el medio de transporte habitual por el metro y a pie.

Después del primer shock, solo quedaba relajarse y disfrutar de los encantos de la ciudad, toda una tarde por delante daba mucho de sí en París, comenzamos a caminar desde la estación de metro del Louvre y por una de las orillas del Sena.

Hace una tarde para pasear realmente deliciosa y la luz que baña la ciudad no hace otra cosa que reafirmar la fama que tiene, es una luz preciosa sin duda, acaricia los edificios y crea una atmósfera que invita a sentir la ciudad sin prisa, por fin, ya habíamos recuperado de nuevo el ritmo de caracol a pesar de estar ahora rodeados de grandes avenidas, monumentos y multitud de personas.


A estas horas París nos enseñaba una cara mas amable, nada que ver con la agresividad del tráfico mañanero, a medida que la tarde va cayendo todo es mas bonito, desde la fachada de la Academia de la Lengua, la cúpula de Les Invalides, el Obelisco y el puente Alejandro III, seguramente el mas bello de los puentes parisinos que une la explanada de Les Invalides con el Petit Palis y el Grand Palais.

Uno de los lugares mas hermosos es sin duda el puente de las Artes, además de ofrecer unas magníficas vistas sobre el río suma a todo su atractivo el haber adoptado la tradición del puente Milvio de Roma, es decir, los enamorados enganchan y cierran candados que llevan sus iniciales y tiran la llave al río , sellando su amor para siempre. El puente de las Artes que lleva directamente al Louvre (antes llamado museo de las Artes) es en París el puente de los enamorados.

En este puente completamente peatonal y de suelo de madera es habitual realizar picnic's tanto de día como de noche, disfrutar una copa de vino sentado en el suelo mientras el atardecer hace brillar los candados me pareció un momento digno de ser capturado.


Antes que la noche se echase encima por completo tenía claro que tenía que estar en un lugar especial para realizar una fotografía justo en ese momento mágico de la hora azul y aprovechar además la iluminación artificial cálida de cualquier monumento.


El lugar elegido para esa primera noche fue la explanada del Louvre, había visto las pirámides de cristal sobre el agua y pensé que tenían potencial suficiente para fotografiarlas iluminadas y obtener un precioso reflejo justo en el instante que el cielo de París presentase un azul intenso.


Es difícil en un sitio tan transitado obtener tomas en que nadie "moleste", pero con un poco de paciencia al final conseguí la imagen soñada, es una delicia componer con las formas de las pirámides y con las fachadas del museo y así es normal que el tiempo se me pase sin darme apenas cuenta.

Es hora de regresar al camping, el autobús te recoge en la estación de metro de Porte Maillot y todavía queda un trecho, por el camino voy pensando donde estaré mañana a la misma hora cuando de nuevo la noche caiga sobre París, "Midnight in París".

continuara ...

Besos.

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