viernes, 7 de octubre de 2011

El viaje del Caracol, capítulo XVII: Vitré

Finalizaba de esta forma el recorrido por Bretaña, sin embargo de camino a París íbamos a tener una parada mas, una parada que una amiga (gracias Consuelo) me aconsejó mientras planificaba el viaje y que resultó a la postre ser un excelente consejo.

La parada en cuestión sería en la villa de Vitré, situada en la entrada este de Bretaña y asentada sobre las pendientes del río Vilaine.


Parece ser que Vitré ya fue ocupada en el neolítico, pero es a partir del año 1.000 cuando comienza el verdadero pueblo, convirtiéndose en ciudad próspera a partir del siglo XV.


Su época dorada transcurre pues, entre los siglos XV y XIX, principalmente por la actividad de los mercados siendo el mercado de telas uno de los mas productivos.


Llegamos muy pronto a Vitré y sus calles presentan un aspecto tranquilo, casi nadie camina por las estrechas aceras todavía, la ciudad está despertando poco a poco con un ritmo lento que se saborea gracias al olor de las panaderías con bollos y panes recién horneados.


Las fachadas de muchas casas pareciesen estar construidas con chocolate como en los cuentos, muros y tejados "derretidos" se mantienen en un inquietante equilibrio, pequeños pasadizos en las tripas de antiguos edificios sirven para conectar un barrio con otro, en cada uno de estos rincones busco la figura humana para tener una referencia y humanizar el entorno.


Cada calle parece ser mas especial que la anterior, no llevamos un rumbo fijo a pesar de haber consultado algún cartel-plano y es por eso que tras cada esquina aparece una nueva sorpresa, una nueva imagen que capturar.


Hay en esta pequeña urbe un castillo que es imprescindible visitar, un castillo que ha ido sufriendo múltiples ampliaciones a lo largo de la historia y que ahora al contemplarlo uno se siente en plena edad Media, sus almenas, su puente levadizo y sus banderas al viento te transportan en el tiempo a un escenario imponente.


Resulta curioso observar como los niños de una guardería juegan en su patio justo enfrente del foso del castillo y de la estatua que preside la plaza.


Ha sido una guinda estupenda esta visita matutina, esta vez sí, esta vez hay que decir adiós a Bretaña que nos ha proporcionado multitud de momentos difíciles de olvidar, pongo rumbo a la ciudad de la Luz mientras echo el último vistazo a través del retrovisor, hasta pronto.

Besos.

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