Parece mentira, pero un día cualquiera de enero y desde la Sierra de Madrid, si cierro los ojos puedo oír el sonido del mar.
Supongo que son tantos los amaneceres y atardeceres disfrutados en él que no me cuesta escucharlo solo con contemplar alguna de las muchas fotografías que de esos momentos guardo.
Demasiado tiempo sin disfrutarlo, y yo soy una persona que necesita el mar para vivir, aunque viva tan separado físicamente de la costa, un vínculo invisible me une siempre al mar.
He pasado un buen rato contemplando escenas marinas en el ordenador y he dejado que las olas me mecieran de nuevo, que la brisa me susurre al oído otra vez, y aunque no he podido mojarme los pies o zambullirme por completo, he estado muy cerca de hacerlo.
Besos marinos.
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