lunes, 16 de abril de 2012

Paseo sin rumbo

El otro día al salir de trabajar y volviendo a casa me desvié y entré en el pueblo. Según subía a la Sierra iba contemplando que hacía un día precioso.


Aparqué el coche en una calle cualquiera, me bajé y eché la llave, había un silencio total y un aire frío me daba en la cara, respiré hondo y me dije: a pasear.


Me puse a andar sin rumbo, sin ninguna dirección prefijada, al contrario, prefería caminar por instinto, así que torcía por tal o cual calle según decidían mis piernas.


Estuve recorriendo las calles viejas del pueblo, descubriendo a estas alturas algún local donde afloraba un nuevo negocio de delicatessen, otro de manualidades, me fijaba con calma en los detalles.


Día soleado y frío, prisa ninguna, solo quería andar casi con la mente libre de pensamientos, solo a un ritmo tan pausado uno puede comprender el avance del tiempo, solo deteniéndonos un momento podemos tomar perspectiva, saliendo de cualquier ritmo frenético.


Después de mas de una hora de paseo y casi de forma circular, llegué de nuevo al coche, me dirigí a casa y me puse a trabajar en temas pendientes, parar para ver por donde vas, parar para poder continuar.


Hace unos días leí esta historia, que viene al caso con la entrada de hoy, mejor que comentar nada es que la leáis y si os apetece penséis en ella unos segundos.

"Un hombre se sentó en una estación de metro en Washington DC y comenzó a tocar e...l violín, era una fría mañana de enero. Interpretó seis piezas de Bach durante unos 45 minutos. Durante ese tiempo, ya que era hora pico, se calcula que 1.100 personas pasaron por la estación, la mayoría de ellos en su camino al trabajo.

Tres minutos pasaron, y un hombre de mediana edad de dio cuenta de que había un músico tocando. Disminuyó el paso y se detuvo por unos segundos, y luego se apresuró a cumplir con su horario.

Un minuto más tarde, el violinista recibió su primer dólar de propina: una mujer arrojó el dinero en la caja y sin parar, y siguió caminando.

Unos minutos más tarde, alguien se apoyó contra la pared a escucharlo, pero el hombre miró su reloj y comenzó a caminar de nuevo. Es evidente que se le hizo tarde para el trabajo.

El que puso mayor atención fue un niño de 3 años. Su madre le apresuró, pero el chico se detuvo a mirar al violinista. Por último, la madre le empuja duro, y el niño siguió caminando, volviendo la cabeza todo el tiempo. Esta acción fue repetida por varios otros niños. Todos sus padres, sin excepción, los forzaron a seguir adelante.

En los 45 minutos que el músico tocó, sólo 6 personas se detuvieron y permanecieron por un tiempo. Alrededor del 20 le dieron dinero, pero siguió caminando a su ritmo normal. Se recaudó $ 32. Cuando terminó de tocar y el silencio se hizo cargo, nadie se dio cuenta. Nadie aplaudió, ni hubo ningún reconocimiento.

Nadie lo sabía, pero el violinista era Joshua Bell, uno de los músicos más talentosos del mundo. Él había interpretado sólo una de las piezas más complejas jamás escritas, en un violín por valor de 3,5 millones de dólares.

Dos días antes de su forma de tocar en el metro, Joshua Bell agotó en un teatro en Boston, donde los asientos tuvieron un promedio de $ 100.

Esta es una historia real. Joshua Bell tocando incógnito en la estación de metro fue organizada por el diario The Washington Post como parte de un experimento social sobre la percepción, el gusto y las prioridades de la gente. Las líneas generales fueron los siguientes: en un entorno común a una hora inapropiada: ¿Percibimos la belleza? ¿Nos detenemos a apreciarla? ¿Reconocemos el talento en un contexto inesperado?

Una de las posibles conclusiones de esta experiencia podrían ser:

Si no tenemos un momento para detenerse y escuchar a uno de los mejores músicos del mundo tocando la mejor música jamás escrita, ¿cuántas otras cosas nos estamos perdiendo?
"

Besos sin rumbo.

1 comentario:

  1. Interesante reflexión y cuanta razón tienes. La prisa y este ritmo absurdo al que estamos enganchados, no han hecho más que contribuir a esta castración sensorial que muchos sufrimos, espero por lo menos que tu obra de vez en cuando, nos permita reencontrarnos con ella. Saludos.

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