Erase un vez, porque así empiezan todos los cuentos, un príncipe que vivía feliz en su reino, su mayor empeño era disfrutar de la vida a cada instante.
Un buen día se convirtió en un sapo y no precisamente por el conjuro de una bruja que hubiera sido lo habitual, sino por un beso, el beso de alguien sobre quien caía una maldición y que el príncipe había desoído a pesar de las advertencias.
Hace unos días lo encontré en las inmediaciones de una charca, no sabía quien era de primeras, y solo al fotografiarlo de cerca comprobé en su mirada una chispa especial, fue cuando supe de quien se trataba.
Ahora su aspecto era de anfibio, pero seguía conservando esa esencia que cautivaba, seguía bebiéndose la vida a tragos, solo hay que mirarle a los ojos para darse cuenta.
Puede que empiecen siempre de la misma manera, pero no terminan necesariamente igual.
Besos de cuento.
Huy ese sapo me suena :D ha quedado hecho un principe
ResponderEliminarMoraleja; la apariencia no cuenta sino lo que en su interior contiene, solo hay que buscarlo…. Los cuentos y las encantamientos solo son eso, cuentos. Me alegro por el sapo que por cierto esta muy guapo en las fotos…
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