martes, 7 de febrero de 2012

Del frío al calor en un amanecer de primavera

Siempre he contado, en este mismo lugar, que cada amanecer y cada atardecer son únicos y que a pesar de ocurrir cada día son dos momentos en los que merece mucho la pena detenerse simplemente por el hecho de disfrutarlos.

Hoy me quiero centrar solo en la calidad y en la calidez de la luz y lo cambiante de esta en los breves instantes que pueda durar cualquiera de estos momentos del día, en esta ocasión ocurre durante un bonito amanecer de primavera en la orilla de La Jarosa.


Lo normal es llegar al sitio en cuestión, y mas aún si no se conoce bien, completamente de noche. Es entonces cuando buscas un lugar donde colocarte en función de por donde aparecerá el astro rey, del primer plano que haya llamado tu atención etc etc.

La luz comienza a clarear y es entonces cuando el cielo aparta poco a poco a la negra noche para dejar asomar unas tonalidades frías y azules.


En algunas ocasiones como en esta, los bancos de niebla recorren la superficie del agua y ayudan a crear un ambiente de misteriosa belleza. Justo donde se intuye que el sol asomará es donde la luz comienza a ser mas anaranjada y produce unos bonitos degradados hasta los azules de antes.

Instantes después el cielo se tiñe con mayor o menor intensidad de naranjas y en ocasiones rojos y los tonos fríos han desaparecido por completo. Solo queda que la esfera solar despunte en el horizonte del todo para dar un último cambio.


En ese momento, la luz ha cambiado del todo, ahora es muy suave y cálida y baña todo donde se refleja, es ahí cuando cualquier cosa es mas bonita, es casi una caricia, seguro que sabéis de que hablo.


La niebla se va disipando con el calorcito y la luz va ganando en intensidad avivando los colores de las plantas y el de los reflejos, poco después al seguir elevándose el sol mas y mas la luz dejará de tener esa magia hasta el próximo ocaso y así día tras día ¿No es un milagro?


Besos fríos y cálidos.

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