lunes, 4 de julio de 2011

El viaje del Caracol, capítulo II: Rochefort en Terre

Habíamos dejado atrás La Roche Bernard y nuestro siguiente destino estaba a tan solo 26 kilómetros, y teníamos un día por delante para caminar mucho y conducir poco, así que en muy poco tiempo nos plantamos en Rochefort en Terre.





Tras una parada para comer llegamos a este pequeño pueblecito completamente peatonal, es necesario para poder visitarlo dejar los vehículos en un parking de tierra a la entrada, un parking de pago aunque no caro, nosotros hicimos lo propio en la parte destinada a las AC.


La lluvia volvía a hacer acto de presencia, esta vez de forma mas molesta, pero eso no iba a evitar que nos perdiéramos esta maravilloso rincón de la Bretaña, las mochilas protegidas con el chubasquero al igual que nosotros, y si tienes dos manos, en una el paraguas y en la otra la cámara.


Rochefort es un pueblo que parece casi un decorado de cine, nada mas entrar caminando por sus calles llegamos a una estrecha plaza donde figuran varios locales de anticuarios, algún pequeño restaurante y tiendas de artesanía variada. Evidentemente es totalmente turístico e imagino que el hecho de visitarlo en junio no debe ser lo mismo en cuanto a presencia de turistas que en julio o agosto.


Se puede decir que tiene una vía principal que lo recorre de punta a punta, suelo de empedrado y fachadas de ensueño, muchos edificios son muestras de la arquitectura de los siglos XVI y XVII.


A cada paso vas oliendo los aromas de las chocolaterías, de las creperies, un deleite para los sentidos, es casi imposible resistirse a entrar en alguna de estas tiendas y al final "picar", en este caso unas deliciosas y gigantescas galletas bretonas, además de dos tazas para la AC.


Al finalizar la calle principal hay un precioso castillo que fue demolido y vuelto a construir, así como un edificio en lo alto de unos jardines adecentado como librería, un rato para ojear algunos libros antiguos y continuamos caminando.


Es hora de dar media vuelta y regresar sobre tus pasos, no hay prisa, nunca la hay en este viaje, solo es la segunda parada del día y aunque en teoría hay dos paradas mas antes de hacer noche, en cualquier momento reajustas la agenda sobre la marcha, es lo bueno de viajar con la casa sobre ruedas.



Parece que el tiempo nos quiere enseñar desde el principio como se las gasta en Bretaña, pero es solo un aviso, deja de llover, todo tiene ese brillo especial que adquieren las piedras mojadas, la luz es bonita y contrastada.


Por lo visto hasta ahora la cosa va cada vez a mejor, será difícil mantener esa dinámica supongo; GPS encendido y rumbo a Malestroit.

continuara ...

Besos.

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