domingo, 1 de marzo de 2015

Qué profunda emoción: Venecia



Después de llegar tan lejos por carretera como a los Dolomitas, Venecia parecía ahí al lado, unos cuantos kilómetros mas en nuestra querida furgo y por fin iba a conocer una de las pocas ciudades que me atraían mucho aún sin conocerlas.

Atardecer en Venecia
Y la verdad es que no defraudó nada en absoluto. Reconociendo que tuve mucha suerte, no hizo nada de calor, algo muy de agradecer, poca gente, algo por lo visto casi imposible, pero el hecho de llegar en domingo ayudó sin duda.





Al llegar por carretera, buscamos el camping Fusina para desde allí coger el vaporetto que nos llevase a la isla, este lugar era perfecto para moverse sin problemas y a la vez no necesitar estar alojado en el centro de Venecia. 



La verdad es que es una ciudad perfecta para perderse una y mil veces, me encanta buscar rincones escondidos, calles estrechas que no sabes a donde te llevaran y para eso Venecia es especial.
 


Hay dos cosas que tienes que probar sin duda y que seguramente todo el mundo que la haya visitado te lo habrá comentado, pero es que es cierto, no te marches sin disfrutar de una pizza artesana y de un delicioso helado, comértelo sentado en cualquier calle es un momento para recordar.



Tras acudir a última hora a la plaza de San Marcos y alucinar con su tremendo replique de campanas, nos dedicamos a disfrutar de la preciosa luz del atardecer y de lo bonita que se pone la ciudad por la noche, cada lugar se convierte en un romántico rincón.





Decidimos como era de esperar apurar al máximo y coger el último vaporetto que nos llevase de regreso a Fussina, a la mañana siguiente tocaba madrugar pues la idea era ser los primeros en llegar a Murano.



Besos

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