Una mañana estupenda y sin nada de calor a pesar del cielo despejado hizo que no me diera casi cuenta del paso de las horas mientras disfrutaba de los acantilados, de las pequeñas playas a ambos lados de la punta y enseguida el estómago avisó que la hora de comer se acercaba.
Lo mejor era ir al pueblo, a Camaret sur Mer que se encontraba muy cerca, de paso visitar su puerto con un espectacular cementerio de barcos y degustar unos moulles (mejillones) con nata y cilantro y otros al vapor, ambos deliciosos aunque ni por asomo llegan al tamaño y sabor de los gallegos...
Camaret es un pueblo pesquero que conserva su aroma auténtico a pesar de las terrazas y los paseos, las casas al borde del muelle tienen unos colores vivos que resaltan entre los mástiles de los pequeños veleros.
Al final del puerto una pequeñísima ermita dedicada a los pescadores, su interior estaba decorado con motivos marinos y se encontraba complétamente vacía, eso y que sonaba música clásica hacía del lugar un sitio para disfrutar del silencio.
Llegar a la punta de los Españoles es mas complicado, pues se encuentra cerca pero la orografía hace que tengas que dar múltiples vueltas por una carretera sinuosa pero preciosa. El único encanto que tiene es asomarse a un gigantesco acantilado que da a uno de los entrantes mas anchos de la península y que al fondo en la otra orilla se encuentra Brest, una ciudad imponente y desde donde salen muchos barcos hacia Gran Bretaña.
Quedaba parte de la tarde por delante y el siguiente destino era un cambio radical en lo visto hasta ahora, la costa de granito rosa, con un poco de suerte podría llegar antes del atardecer y ver teñirse todas las rocas de ese granito tan especial.
continuara ...
Besos
Magnifica captura, buen cazador.
ResponderEliminarBuen finde.