Y por fin comenzábamos a caminar por la esperada Faja de las Flores, una espectacular grieta natural de mas de 3 kilómetros de longitud sobre un desnivel de casi 1000 metros.
En algunas zonas alcanza los 3 metros de ancho, aunque existen algunos pasos mas estrechos y con grava suelta que hace fijarnos mucho donde ponemos los pies.
Las vistas son alucinantes, a medida que avanzamos estamos mas extasiados con lo que vemos, decidimos no tener absolutamente nada de prisa, no queremos perdernos ni un instante, incluso en varias ocasiones paramos para contemplar el vacío y las interminables sucesiones de paredes.
A lo largo del todo recorrido nos cruzamos con muy poca gente, pensaba que un sitio así estaría mas concurrido en agosto. Pasamos por debajo de un gigantesco bloque de roca caída, que ha quedado haciendo verdadero equilibrio y que se presenta como una puerta al poco de comenzar la Faja.
A cada poco vuelvo la vista atrás y es entonces cuando soy consciente de por donde acabo de pasar, sin duda estamos ante uno de los momentos que mas disfrutamos en esta travesía.
La Faja se retuerce y sesea a la par que lo hace la pared que la sostiene, a cada salida de una curva podemos ver a lo lejos la siguiente y como aparentemente parece que el camino termina en el cielo. En esta imagen (abajo) esperé el momento en que un montañero se situase justo al borde para dar una idea de la inmensidad del paisaje. Una vez que alcanzabas la posición fotografiada a lo lejos, se mostraba ante nuestros ojos otro tramo mas de "eses" y así una y otra vez.
En los últimos tramos mas abiertos, el camino parecía transcurrir entre las nubes como en esta imagen de Gloria.
continuará ...
Besos pirenaicos.
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