Así es, Canencia tiene oro, pero un oro muy especial. El que reflejan sus arroyos en otoños cuando las primeras luces se cuelan entre el bosque y llegan al agua.
No creo que haya otoño en el que por lo menos una vez acuda a este lugar, sus colores en esa época del año son preciosos y está lleno de pequeños rincones entre salto y salto.
Recuerdo que la mañana era tremendamente fría ese día, a primera hora y con todo el bosque en sombre, las manos se congelaban en cada encuadre.
Estos rincones, tantas veces examinados, siempre me sorprenden de nuevo y atraen para que me deje seducir durante un tiempo y vuelva a mirarlos con una mirada distinta.
De primeras comencé con tomas que captasen parte del paisaje, con algo mas abierto que exclusivamente el salto de turno.
Mientras esperaba a que llegase el momento "dorado", poco a poco me iba centrando mas en encuadres mas cerrados, estudiar los dibujos que realiza el agua a su paso, o incluso alguna pequeña seta que aparece en mi camino.
Y en eso que la luz comienza a filtrarse como esperaba y en unos momentos la superficie del arroyo pasa a convertirse en oro, no hay tiempo que perder y tras algunos intentos con pequeños rincones, me entrego del todo a la búsqueda de algo mas abstracto, algo que solo con el paso del agua por las rocas y el color de la luz consiga atraparme.
Estos algunos ejemplos de lo conseguido ese día y en esos momentos que tan rápido aparecen y tan rápido se van. Seguro que volvemos a vernos, es lo que tiene el oro, que despierta una fiebre terrible entre sus buscadores.
Besos dorados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario