Me fascina observar el mar, es algo que puedo hacer durante horas sin apenas darme cuenta.
Cuando está en calma produce una sensación extraña, por un lado esa calma se trasmite y te llega, por otro lado cierta inquietud asoma, debe ser como esa calma que se antepone a la tempestad, digo yo.
Pero cuando está bravo, entonces si que quedo hipnotizado por completo, cada golpe de las olas contra los acantilados es diferente al anterior, es una cadencia rítmica sin descanso, casi musical.
Y en ese fluir sin descanso, uno piensa en mil cosas y compara, el ser humano siempre está comparando cualquier situación que vive, simplemente si ese instante le es agradable, si espera repetirlo, si no quiere volver a vivirlo, si la compañía es buena etc etc.
Es en esos largos momentos de disfrute cuando mi alma se llena de múltiples emociones, no hay descanso, como en el interior de una batidora de sentimientos. Y me encanta.
Esta es una pequeña serie estática desde el punto de vista del observador, para dejarse llevar solo por el movimiento del mar.
Besos batidos.
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