Muy cerca de casa y en unos minutos llego al valle de La Barranca, esta vez entro por la parte mas baja para acceder a una zona de rocas, la idea es subir un poco para tener ante mi las vistas de Navacerrada y mucho mas allá.
Prácticamente no hay nadie por los alrededores, planto el trípode y respiro profundo, el silencio me acompaña, las luces del atardecer van llegando y ante mi los embalses de Navacerrada y mas lejano el de Valmayor y mas aún la ciudad, casi me olvido que en ese mismo día he tenido mi viaje diario de ida y vuelta pasando por una jornada de trabajo completa.
Llega el atardecer pronto y solo me dedico a disfrutar del momento, en breve recogeré todo y volveré a casa, mañana mas de lo mismo, pero diferente. Pasan los años y cada día valoro mas la suerte que tengo.
Besos diarios.
Qué bueno tener un lugar y el espíritu de saber encontrar los pequeños rincones que nos hacen felices para poder quitarnos "la piel de lo cotidiano".
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