Comenzaba el cuarto día desde que salimos de Madrid y por primera vez nos despertábamos en los Dolomitas, se podía decir que comenzaba la parte mas densa y que recorreríamos con mas calma.
Al principio durante la plantificación, había apostado por hacer lo que se conoce como el anillo de Oro, que junta los preciosos pueblos (conocidos entre otras cosas por sus increíbles mercados navideños) Bolzano, Bressanone, Vipiteno y Merano.
Pero un buen día descubrí por azar un preciosa imagen de una pequeña iglesia en plenos Alpes italianos. La estampa me cautivó y no paré hasta localizar donde era.
Se trataba de un pueblecito muy pequeño llamado Funes, curiosamente pillaba de camino en la idea de realizar el anillo de Oro en un solo día.
El día era soleado y sin rastro de nubes, una pena para la imagen que pretendía. Pero por encima del resultado de la fotografía, jamás olvidaremos la paz que tuvimos esa mañana contemplando el paisaje desde la puerta de una granja donde amablemente nos dejaron colocarnos mientras los lugareños trabajaban el campo en pequeños tractores.
Los caminos que llevaban a las granjas eran estrechos, muy estrechos, apenas podía pasar con la furgo, unos niños descamisados jugaban a tirarse por la cuesta en bicicleta mientras sus risas lo llenaban todo.
El silencio era total, nos sentamos un rato largo en un viejo banco de madera que casi se equilibraba en mitad de la colina, era como si no nos quisiéramos ir nunca.
Decidimos acercarnos finalmente a la iglesia y echar un vistazo a los alrededores antes de continuar camino ya con la sonrisa dibujada en la cara para el resto del día.
Besos.
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