Como ya conté en la entrada anterior la noche había sido muy especial, un precioso manto de estrellas cubría un cielo azul.
Me acosté como siempre esperando un amanecer mas, aunque debo confesar que no esperaba gran cosa.
Quizás por eso cuando desperté la primera vez me dediqué solo a abrir un ojo y echar un vistazo, pensé que todavía era pronto y que aunque no me volvería a dormir, se estaba demasiado bien dentro del saco como para aguantar un poquito mas.
Sin embargo caí... y la siguiente vez que abrí el mismo ojo casi no me lo creía, era tarde, muy tarde y un espectacular cielo rojo aparecía justo en el horizonte frente al vivac.
De un salto salí del saco y monté a toda velocidad el trípode y el equipo para salir disparado no sé muy bien a donde, sobre la marcha pensé que mejor no buscar encuadres a estas alturas, iría corriendo al mismo árbol que había iluminado la noche anterior en una de las tomas nocturnas.
Llegué por los pelos y solo pude hacer una captura (la primera que veis al comienzo de la entrada), pero mereció la pena sin duda lenvantarse con esas prisas.
Después, porque el amanecer y esas luces mágicas duraron un suspiro, todo fue mas tranquilo, disfruté casa segundo del cambio progresivo de la luz y de como iba iluminando de forma suave y cálida las rocas de los canchales.
Seguía contando con un cielo bastante atractivo, y cuando ya me disponía a recoger para emprender la marcha de regreso descendiendo hacia la vertiente norte, apareció sobre el cielo un trazo de nubes como si de una tarta de nata se tratara.
Fue terminar de recoger las mochilas y ponerse a llover, al principio suavemente, enseguida con mas violencia... nueva parada para preparar el equipo para el agua y vuelta a caminar, llegamos rápidamente al camino Smitch y ya no hay pérdida, nos llevará de regreso al puerto de Navacerrada.
Antes de llegar, un enorme árbol lleva en su corteza una inscripción que dice:
"En la umbría de Siete Picos un pino
Hermoso, descortezado y muy blanco
Gigante erguido, solo en el barranco
Muestra orgulloso su fatal destino.
A su lado no tiene algún vecino
Que le guarde confiado su flanco
Del fuerte viento que le deja manco
Cuando sopla inclemente el torbellino.
Ayer me conmovió que tal hazaña
Enfretándose a una fuerza tan brutal
Luchando sin descanso en la montaña.
Quede oculta entre el bosque y su maraña
Admiro, viejo luchador, que esfuerzo tal
Aune la fuerza bruta y la maña"
Continuó después lloviendo sin descanso hasta llegar al puerto, pero me queda el recuerdo de otra noche mas en las montañas de nuestra querida sierra madrileña.
Besos.
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