Tras una noche tranquila y reponedora, poco a poco amanecía en el ibón de Llardaneta, comenzaba así el cuarto día de travesía y aunque en principio la idea era llagar a dormir lo mas cerca posible del refugio de Biados, al final decidimos fundir las dos etapas en una sola.
Los primeros rayos fueron iluminando la única salida que teníamos para pasar al otro lado cruzando el collado de Eriste.
Enseguida vamos ganando altura y dejando atrás el ibón y nuestra zona de acampada.
Y al rato nos plantamos en la recta de salida de la imponente rampa de piedras que corona en lo alto del collado, la verdad es que impresiona el paso, y mas con tanto peso a la espalda, por si fuera poco, ya llevo un día con mi bota destrozada, se me ha despegado la suela y he tenido que ir haciendo apaños a base de cinta armericana y de unos cordones de repuesto que siempre llevo conmigo.
Tengo que realizar otra pequeña reparación en la bota justo a la mitad de la rampa, no es lugar para pisar con la suela doblada y resbalar.
De vez en cuando miras hacia atrás y te das cuenta de por donde estás subiendo, ya va quedando menos y crecen las ganas de coronar y contemplar la otra cara.
Una vez arriba y tras un descanso sobre todo para poder disfrutar de las espectaculares vistas, es momento de comenzar un largo descenso que nos llevará tras pasar por el desvío del ibón de Millars, hacia el punto donde nos echamos a andar hace 4 días.
Pero antes hay que ponerse los crampones para atravesar una serie de neveros que aún perduran gracias a permanecer en sombra, después el camino se suaviza y ya se hace sendero todo el rato.
Contemplar a lo lejos la silueta del refugio es el primer aviso de que va quedando muy poquito, no hemos parado a comer con la intención de llegar mas pronto y así tomar allí una merecida cerveza y picar algo mientras descansamos en la pradera del propio refugio.
Una vez que llegamos, un último vistazo hacia atrás y vemos perfectamente por donde salimos al coronar el collado de Eriste y todo el descenso que hemos hecho. Si te fijas es justo ese hueco pequeño en forma de "V" que aparece en la izquierda de esta fotografía y que mas hacia la izquierda sigue subiendo hasta la esquina.
Se acaba aquí nuestra pequeña aventura, un año mas hemos disfrutado de esa sensación única que ofrece la alta montaña cuando te dejas seducir por sus paisajes, sus silencios, resulta imposible explicarlo con palabras e incluso con imágenes, pero ahí queda eso... hasta la próxima.
Besos pirenaicos.
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